LA VIDA DESPUÉS DE TÍ.
Desde que era niña, recuerdo que soñaba con las novelas o las típicas películas en la que llega el amor de tu vida. Se enamoran, se casan y viven felices por siempre y ahí terminaba la historia, más nunca sabíamos si realmente fueron felices por siempre.
Tal vez te ha pasado, al menos en mi generación se nos enseñó a soñar con el “felices para siempre”, sin contarnos que sucedía en realidad después de casarte. Nadie te prepara para el matrimonio, no existe una escuela ni una preparación emocional previa, vives al día tratando de cumplir un manual social imaginario, impuesto la mayoría de las ocasiones por la sociedad y la familia. Pero no queda ahí, me he topado queriendo cumplir patrones de referencia, queriendo como tu mamá o como papá, pero ¡no somos ellos! Y es ahí, cuando llegan los problemas cuando al príncipe lo empiezas ver como patán, no cumple con lo que creías tú que era, o al revés, a ti se te quita lo princesa y empiezas a ser tú la bruja del cuento. Por supuesto, no en todos los casos es igual, muchos si llegan a ser felices, más no hay un “por siempre”, porque todo matrimonio tiene sus altas y bajas.
En mi caso, mi príncipe azul, de pronto se convirtió en un patán y tal vez para él yo fui la bruja después. Cuando vi que mi matrimonio llegaba a su fin, me costó trabajo aceptarlo, al principio me aferraba a algo, que yo sabía estaba roto desde hacía mucho tiempo. Busqué culpables antes de asumir mi propia culpa, me dejé dominar por el drama, el enojo, la frustración y la tristeza, todos y cada uno de esos sentimientos que hacen más difícil un proceso. Y no me daba cuenta lo que sucedía realmente.
Lo intenté todo, al inicio traté de que él regresara conmigo, ¡teníamos 2 hijos! y yo me había dedicado en cuerpo y alma a mi hogar. Mi mundo se había derrumbado y en mi mente mi manual no decía que hacer en estos casos, porque yo me case con el lema de felices por siempre y porque ante Dios juramos que iba a hacer hasta la ¡muerte! Lo que vivía al inicio, lo vivía como una pesadilla. Recé miles de veces mi rosario, rogando tanto a Dios que me devolviera a mi familia, que mi esposo recobrara el sentido, pero nada de esto funcionó. No entendía nada de lo que pasaba, y empecé a culparme de todo, quería que terminara sin saber exactamente qué quería. Lloraba desconsolada, sin encontrar salida, mis pensamientos y creencias, esa creencia del “felices para siempre”, mi aferramiento a ella me llevó a pensar que lo mejor era no existir en este mundo. ¡Absurda creencia! Ciega que estaba.
Mi última estrategia, fue buscar ayuda imparcial, entré a terapia psicológica. Durante las sesiones, pude ver lo que inconsciente y descuidadamente toda mi situación, “¿qué van a decir de mí?”, “¿me irán a ver con lástima por estar sola y con 2 hijos?”, “¿me señalarán por haber fallado?”, “¿en qué falle?”, “¿podré sola con todo?”, “¿por qué tengo que estar sola?” … y así mi lista era interminable. Me di cuenta de que durante mi matrimonio me faltó amor propio, que en algún momento dejé de ser yo, y empecé a creer firmemente que sin una pareja no iba a ser nadie en la vida, ¡qué ironía! Claro que ¡no!
El hecho de no valorarme, de haber dejado de ser yo misma, el tratar de cumplir las expectativas de alguien más, que yo creía era mi todo (mi pareja), me había llevado a convertirme en otra persona, una persona que no era feliz. Eso actitud mía, llena de confusión fue la que convirtió en la bruja de la historia. Mi propia historia, donde la princesa es la bruja, y el príncipe es el villano. ¡Qué difícil situación!
Afortunadamente, a lo largo de este tiempo, entre la ayuda de la terapia y en que me he esforzado a ser yo misma, a conocerme, a entenderme, pude darme cuenta de que lo que viví durante y al final de mi matrimonio, me ayudó a cambiar la perspectiva de tantas creencias mías, aprendí a quererme, a valorarme, a entender que se ocupan 2 para fallar un matrimonio, que no hay manuales, que no hay “un para siempre felices” tal cual, que no hay cuentos de hadas y que debemos aprender a distinguir esas creencias aprendidas a lo largo de nuestras vidas que nos confunden y que en muchas ocasiones, nos llevan por caminos equivocados. Y vemos príncipes, donde no los hay.
Hoy, me gustaría que entendieras, que, si tú estás pasando por una situación con tu pareja, ya sea un problema fuerte, una situación de separación o un proceso de divorcio y te has sentido como yo déjame decirte ¡que todo va a estar bien!
¡Si, lo sé!, te lo han dicho muchas veces y no lo crees ¿verdad? Pero en realidad, es cierto, todo se compone eventualmente, todo llega a ser mejor e incluso puedes volver a creer en los cuentos de hadas, ¡claro! en una versión mejorada, donde te amas a ti misma antes que nadie, donde eres más exigente con las relaciones amorosas, incluso con la sociedad que te rodea.
¡Todo va a estar bien! Aunque al inicio, el camino parezca muy largo, las recompensas durante el recorrido siempre son las mejores.
Hoy yo te aconsejo, ponte guapa, cambia de hábitos, haz algo que quieras que antes no podías, conócete más, desde lo que te gusta hasta lo que te disgusta, con el tiempo y poco a poco vas a retomar esa confianza que algún momento perdiste. Y por supuesto, mi mayor recomendación es ¡ir a terapia!, reencuéntrate contigo misma, haz las paces con lo sucedido, con el pasado, con lo que no entiendes ahora y todo aquello que no sabes por dónde.
Es por eso, que mi experiencia se titula “la vida después de ti”, porque después de esa versión que eras, hay una mejor vida por la cual sonreír, sólo es cuestión de que le pongas otra actitud. Y todo estará bien.
Cuando lo hagas, lo demás fluirá y será ¡genial!
Liz Mtz.